martes, 3 de diciembre de 2013

En un mundo de grises (autor)





Me había sentido la persona más solitaria del mundo. Pensaba que, de alguna forma, no volvería a enamorarme como lo hice aquella vez de la ya ni siquiera me acuerdo. Siempre he sido de extremos, o demasiado cerca o demasiado frío. Demasiado invierno, todo el año, en mis ojos que a veces son del color de no saber cómo cambiar las cosas. Miraba el mundo pasar y me preguntaba si iría conmigo o si simplemente seríamos viandantes que se cruzan sin mirarse a la cara. Ajenos, como sucede con los silencios de distintas bocas, que aún pudiendo callar lo mismo, no se entienden. Y me agarré a otras manos parando el tiempo. He estado soñando durante mucho tiempo, despierto. Y ahora la resaca. El intentar diferenciar la realidad de tus labios buscándome a escondidas del orgullo, que no nos deja acercarnos por si resulta que en realidad deseamos estar juntos, y por si luego nos vamos y no nos vamos, y hacemos de los kilómetros agujas clavadas en el muñeco vudú de los recuerdos. He podido rectificar todos mis errores, pero mi voluntad era tan inexistente, que siempre terminaba acostándome con ellos. Sexo de reconciliación con las catástrofes. Aún noto el sabor de la sangre tras los besos. El sonido del disparo y la sonrisa de sorpresa. "No me ha dolido, pero me está matando". ¿Y si nos tenemos que buscar en alguien? En otra soledad, y no en la nuestra. Y en otra madrugada que desvele los sueños de cualquier desconocido. ¿Y si? Pero, sobre todo: ¿y no? ¿Y no volverá a ser el otoño como recuerdo, pisando hojas secas, todo marrón, y el viento desordenándote el pelo? ¿Y no cicatrizaremos tan rápido como cuando aún no nos habían herido demasiado? Cuando las despedidas no duraban más que los portazos. O cuando te juro que el amor era el plan B de mi vida.

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